Cartografía de los micromachismos: dinámicas y violencia simbólica

06 Curatela
Suarez Villegas Juan Carlos, Martínez Pérez Natalia, Panarese Paola

Los medios de comunicación son educadores permanentes de la opinión pública.
Comunicar es educar. Tanto los contenidos como las formas constituyen un caudal simbólico del imaginario social en que se miran la ciudadanía para legitimar sus pautas de conductas. Por esta razón, la igualdad entre los hombres y las mujeres debe ser un horizonte ético que ha de inspirar las propuestas comunicativas. Educar es saber comunicar en valores; por eso, la reflexión ética es el núcleo de cualquier proyecto de alfabetización mediática. A este respecto, la igualdad de género debe ser uno de los asuntos a los que se debe prestar especial atención, pues existen formas de
discriminación comunicativa que pasan desapercibidas. De forma más sutil emergen nuevas formas de dominación que muestran cierta tolerancia con la igualdad en los papeles (formal) pero que no aceptan la igualdad de funciones (material) entre los hombres y las mujeres. A esta apariencia aterciopelada del patriarcado se le ha denominado micromachismo, pues no discute la igualdad, sino que más bien opta por ridiculizarla como si fuese un orden de los roles sociales contra natura. Por tanto, el machismo acepta que la mujer ocupe el espacio público si puede ser con los criterios
exigidos de belleza femenina y la competitividad masculina, es decir, que sea mujer y a la vez independiente, según el modelo masculino y, por supuesto, en una posición subordinada al hombre. Sin embargo, las mujeres que adoptan esta decisión deben ser conscientes de que no le exime de su responsabilidad doméstica y/o maternal, a menos que como mujer independiente pueda contratar a otra que pueda realizarla y así llevar una vida similar a la de sus compañeros varones.
El micromachismo no acepta que los hombres deban recorrer el camino inverso y asumir sus responsabilidades en el ámbito doméstico. Los hombres colaboran, echan una mano, asisten en momentos especiales de necesidad, pero no asumen el trabajo doméstico como parte de su responsabilidad. Resulta especialmente ridículo decir que mi “marido me ayuda”. Por tanto, el micromachismo consistiría en estrategias más sutiles con las que se pretende recordar la vigencia de un orden “natural” en las relaciones de dominación entre hombres y mujeres.

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